Wednesday, April 17, 2013

[Letra A] - Animal

ANIMAL


    El hombre, el animal que recuerda lo que asesina.
*** Canetti, Elias. La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pp. 81-82; Ed. DB: pp. 101-102 T. 1] 

    Él piensa en animales, como otros en conceptos.
*** Canetti, Elias. La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pp. 81-82; Ed. DB: pp. 101-102 T. 1] 

    Incesantemente, mientras él utiliza su lápiz se sacrifican animales. 
*** Canetti, Elias. La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pp. 81-82; Ed. DB: pp. 101-102 T. 1] 

    Animales, dices. ¿Qué quieres decir? Quieres decir todo lo vivo que amas porque no lo entiendes.
*** Canetti, Elias. La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pp. 81-82; Ed. DB: pp. 101-102 T. 1] 


    En la medida en que reivindicamos el derecho a pensar, casi todos nos movemos hoy en la esfera de la psicología. Pero con ello ponemos de manifiesto una pobreza tan triste que es casi imposible imaginar otra peor. Es verdad que nos hemos vuelto modestos y humildes. No saber demasiado es hoy en día una cuestión de higiene espiritual. Atrás quedó la época de los pensadores que iban en pos de todo. Sus nombres siguen siendo grandes, pero sus soluciones ya no las tomamos en serio porque ellos no eran especialistas. Aún tropezamos a veces con naturalezas ambiciosas que quieren saber al menos todo cuanto se puede saber con seguridad. Pero ¿es esto acaso lo esencial? ¿No sería exactamente lo contrario? Lo incierto debería ser el verdadero reino del pensar. En lo incierto debería el espíritu plantear sus interrogantes. En lo incierto debería cavilar, debería desesperarse en lo incierto. Pero las cosas nos han avasallado. Debido a que las fabricamos masivamente -en masas cada vez mayores-, nos hemos acostumbrado a sólo tomar en serio aquello que nos parece suficientemente concreto. Ya sólo vemos y oímos objetos. Sentimos objetos. Las visiones de los audaces están llenas de objetos. Todo está dispuesto para fabricar y destruir objetos. La Tierra, un objeto redondo, debe ir a parar a las manos del más ávido, y nada más. Los objetos, fabricados masivamente, deben ser distribuidos de manera justa, nada más. Estas dos concepciones, suficientemente extremas, ofrecen un grato aliciente para destruir al mismo tiempo toda vida junto con los objetos. ¿Dónde está el hombre que no desprecia las cosas simplemente porque quiere poseerlas? ¿Dónde está el hombre que se asombra en la lejanía, que se asombra ante lo que jamás tocará? En todo hemos puesto la mano y luego creemos que eso es todo. Incluso los animales han sido mejores, pues, ¡qué grande y amplio era lo que se hallaba fuera de su alcance! No tenían presentimientos. Nosotros hemos apresado los presentimientos, los hemos asesinado, masticado y engullido. 
*** Canetti, Elias. La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pp. 81-82; Ed. DB: pp. 101-102 T. 1] 

    Sociedades Una sociedad en la que los hombres puedan ser jóvenes o viejos a su antojo y cambien de edad continuamente. Una sociedad en la que toda la gente duerme de pie en medio de la calle, sin que nada los moleste. Una sociedad en la que exista un ojo único que ronde incesantemente. Todos quieren ver lo mismo y lo ven. Una sociedad en la que los hombres lloren una sola vez en su vida. Así se ahorran mucho, y cuando esa única vez ha pasado ya no esperan nada para sí mismos y se vuelven mustios y viejos. Una sociedad en la que cada hombre sea retratado y le rece a su propio retrato. Una sociedad en la que los hombres desaparezcan repentinamente pero no se sepa que han muerto; no existe la muerte, no hay ninguna palabra para designarla, y ellos están contentos. Una sociedad en la que, en vez de comer, la gente se riera. Una sociedad en la que nunca pueda haber más de dos personas juntas, cualquier otra posibilidad sería impensable e intolerable. Cuando se les acerca una tercera, las dos se separan, asqueadas. Una sociedad en la que cada persona amaestre a un animal para que hable, luego éste habla por ella que, A su vez, enmudece. Una sociedad integrada únicamente por viejos que, cegados, engendran gente cada vez más vieja. Una sociedad en la que no existan excrementos, todo se disuelve en el cuerpo. Son personas sin sentimiento de culpa que sonríen y devoran. Una sociedad en la que los buenos apesten y todos los esquiven. Son, no obstante, admirados desde lejos. Una sociedad en la que nadie muera solo. Se juntan mil personas en forma espontánea y son ajusticiadas en público, ésa es su fiesta. Una sociedad en la que cada cual sólo hable abiertamente con personas del otro sexo. Hombres con mujeres, mujeres con hombres. Pero no un hombre con otro hombre ni una mujer con otra mujer, o bien sólo a hurtadillas. Una sociedad en la que los niños hagan de verdugos para que ningún adulto se manche las manos con sangre. Una sociedad en la que solamente se respire una vez al año. 
*** Canetti, Elias. La provincia del hombre 1943-1972. (1964). [Ed. GG: pp. 298-299; Ed. DB: pp. 318-319 T. 1]

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