Wednesday, July 17, 2013

[Letra J] - Judíos


Letra J

JUDÍOS

La máxima tentación espiritual de mi vida, la única contra la que tengo que librar una durísima batalla, es la de ser totalmente judío. El Antiguo Testamento, donde quiera que lo abra, me deja subyugado. Prácticamente en cada pasaje descubro algo que se adecúa a mí. Me gustaría llamarme Noé o Abraham, aunque también mi propio nombre me llena de orgullo. Cuando emprendo el riesgo de sumergirme en las historias de José o de David, intento decirme que ambos me fascinan en cuanto escritor, y ¿a qué escritor no le habrían fascinado? Pero no es cierto, lo cierto es que hay mucho más. Pues ¿por qué volví a encontrar en la Biblia mi sueño de la futura longevidad de los hombres en forma de lista de los antiguos patriarcas, como pasado? ¿Por qué el salmista odia a la muerte como sólo yo la aborrezco? He despreciado a mis amigos cuando renunciaban a la tentación de integrarse a diversos pueblos y volvían ciegamente a ser judíos, nada más que judíos. ¡Qué difícil me resulta ahora no imitarlos! Los nuevos muertos, los que han muerto mucho antes de que les llegara su hora, nos suplican con insistencia, y ¿quién tendría corazón para decirles que no? Pero ¿no están acaso los nuevos muertos en todas partes, en todos los bandos, en todos los pueblos? ¿Debo acaso cerrarme a los rusos porque hay judíos? ¿A los chinos porque están lejos? ¿A los alemanes porque están poseídos por el demonio? ¿No puedo seguir perteneciendo a todos ellos, como hasta ahora, y sin embargo ser judío?.

*** La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pág. 77]


La lengua de mi espíritu seguirá siendo el alemán, y ello porque soy judío. Lo que queda del país al que han arrasado de todas las maneras posibles, quiero, como judío, conservarlo dentro de mí. Su destino es también el mío, pero yo llevo además en mí una parte de la herencia común de la humanidad. Quiero devolver a su lengua lo que le debo. Quiero contribuir a que haya algo que agradecerles.

*** La provincia del hombre 1943-1972. (1944). [Ed. GG: pág. 79]


¿Y si resultara que todos creyesen lo falso? ¿Si resultara que cada cual provocase lo contrario de aquello en lo que cree?
¡Mira a los grandes fanáticos, capaces de creer tan intensamente que acaban contagiando a miles y miles! ¡La doctrina cristiana del amor y la Inquisición! ¡El fundador del Reich milenario de los alemanes y la dispersión y el extravío de éstos! ¡El salvador blanco de los aztecas bajo la forma de los españoles que los destruyen! ¡El aislamiento de los judíos como pueblo elegido y el final de su aislamiento en las cámaras de gas! ¡La fe en el progreso y su culminación en la bomba atómica!
Es como si toda fe fuese su propia maldición, ¿Habrá que partir de aquí para resolver el enigma de la fe?

*** La provincia del hombre 1943-1972. (1964). [Ed. GG: pág. 299]

Hay quienes han querido ser olvidados y desaparecer del todo. A ellos pertenecía Avraham Sonne, el hombre sin ta* cha, el Úflíco ¿l que he admirado y querido sin ningún tipo de limitaciones.
Otros, que io conocieron antes o después, han pensado lo mismo sobre él. Y ahora no lo dejamos en paz. Sus escasos poemas, escritos en hebreo, han sido publicados. Un joven judío inglés los ha traducido al inglés. Uno de ellos, realmente magnífico, trata de su profundo deseo de desaparecer sin dejar el menor rastro. De las conversaciones que mantuvo con él formó Broch a su Virgilio. Yo mismo hablo a menudo de él; siempre que quiero decir lo más maravilloso sobre los seres humanos, hablo de Sonne. No he anotado las conversaciones que mantuvimos durante cuatro áridos años de mi vida, cuyo único contenido fue él. Pero se han integrado tanto en mí que también me compongo de ellas, son el anillo más importante del árbol que a veces siento ser, un anillo de cuatro años. Si algún día escribo mi vida -y cada vez me siento más impulsado a hacerlo-, él figuraría en ella como un personaje central.
Quienes lo comprendieron más profundamente frustran así el deseo con que él mismo dio sentido y unidad a su vida, y sus amigos más íntimos lo arrastran nuevamente a la luz. A ninguno de ellos le es posible actuar de otra manera, cada uno está tan lleno de él que tendría que falsearse para callar sobre su persona.

Me duele no poder decirle por qué me resulta imposible callar sobre él. Podría decírselo de forma tal que me entendiera, y estaría seguro de obtener su perdón, que él jamás enunciaría.


*** Hampstead. (1970). [Ed. GG: pp. 834-835]

Me irrita la obediencia a Dios de los judíos, aquello que los ha sustentado a lo largo de milenios. En sus historias más maravillosas y sabias... resurge una y otra vez esa obediencia. ¡Cuánto quiero a sus lectores, que se quedan pobres porque leen y, no obstante, son tenidos en mucho o, al menos, respetados! ¡Cómo me agrada la justicia que exigen a los hombres, su paciencia y, a menudo, su bondad! ¡Pero siempre aborrezco su obediencia ante esa interminable amenaza que es Dios! Sé que en esto soy un hijo de mi tiempo. Demasiada obediencia he presenciado, y ya ni siquiera puede decirse que la prestada a Dios fuera la más obediente, aunque siempre era ejemplar, con menos no querrían darse por satisfechos los poderosos; las reverencias que yo solía ver de niño se repetían ante los amos visibles con un efecto terrible.
Pero ¿es acaso posible oponerse a los amos visibles sin ningún amo invisible?
Una pregunta atroz.

*** Hampstead. (1970). [Ed. GG: pág. 840]

Es imposible predecir cómo terminará la historia de los judíos, ¿Quedarán los que han permanecido entre sus enemigos o desaparecerán también ellos?
A veces me gustaría no ser judío, aunque sólo fuera para tener sobre ellos una opinión que no sea egoísta,
Pero quiero ser un judío, para no ahorrarme ninguna de las adversidades que les han sido impuestas. No quiero apartar de mí esa especie de amenaza colectiva, porque es un claro ejemplo para todas las amenazas de índole parecida, y lo obliga a uno a no pasarlas nunca por alto ni a olvidarlas.
La actitud vigilante del judío, quien en ningún sentido es mejor ni peor que otros, me parece propicia para las operaciones de orden intelectual-moral.
El que la ha recibido debe aprovecharla} o dar gracias por ella y regalar lo que ésta le proporciona de conocimiento a los demás, que no la poseen en la misma medida, porque no la necesitan tanto.

*** Apuntes 1973-1984. (1974). [Ed. GG: pp. 76-877]


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