Letra K
KAFKA
Kafka carece realmente de cualquier vanidad de escritor, nunca se
envanece, no puede envanecerse. Se ve pequeño y avanza a pasos cortos. Donde
quiera que pone el pie, advierte la inseguridad del suelo. No nos sostiene,
mientras estamos con él nada nos sostiene. Y así renuncia él al engaño y a los
artificios de los escritores, cuyo brillo, que él percibía perfectamente, no
encontramos en sus propias palabras. Con él tenemos que avanzar a pasos cortos
y nos volvemos modestos. No hay nada en la más reciente literatura que nos
vuelva tan modestos. Él reduce la ampulosidad de cualquier vida. Mientras lo
leemos, nos volvemos buenos, pero sin enorgullecemos de ello. Las prédicas
enorgullecen a aquellos a quienes conmueven: Kafka renuncia a la prédica. No
transmite los mandatos de su padre. Una extraña obstinación, el más grande de
sus dones, le permite interrumpir la concatenación de mandatos que se van
transmitiendo continuamente de padres a hijos. Se sustrae a su poderío; lo que
tienen de energía externa, de animalidad, se anula en él. Tanto más le
preocupa, en cambio, su contenido. Los mandatos se convierten para él en reparos. Entre todos los escritores es
el único que no ha sido contaminado en absoluto por el poder; no hay poder
alguno, sea del tipo que sea, que él haya ejercido. Despojó a Dios de los
últimos vestigios de paternidad. Y lo que queda es una red espesa e
indestructible de reparos relacionados con la vida misma y no con las
pretensiones de su creador. Los otros escritores imitan a Dios y se comportan
como creadores. Kafka, que jamás quiere ser un dios, tampoco es nunca un niño.
Lo que algunos encuentran aterrador en él, y que a mí también me inquieta, es
su constante condición de adulto. Piensa sin mandar, pero también sin jugar.
*** La provincia del hombre 1943-1972. (1947). [Ed. GG: pp. 142-143]
Tal vez
Kafka nos ha inmunizado contra cualquier arrogancia, ya sea abierta u oculta.
Cuando los hombres «bellos» del pasado (y ahora no estoy pensando en Cardano)
describen sus vidas como sí fueran algo apropiado a ellos, sin dudas ni
vacilaciones, sin sentir desconcierto ante su posible influencia (ni tampoco
ante el estado del mundo), nos invade cierta impaciencia e incredulidad, como
si se tratara de los habitantes de otra estrella, sobre la que no podemos saber nada digno de ser tomado
en serio.
Con Kafka
llegó al mundo algo nuevo, un sentimiento más preciso de su carácter discutible
y problemático que, sin embargo, va unido no al odio, sino al respeto hacia la
vida. La conjunción de estas dos actitudes mentales –respeto a la vida y
sentimiento del carácter discutible y problemático del mundo– es algo único, y
cuando la hemos vivido una vez, ya no podemos prescindir de ella...
*** La provincia del hombre 1943-1972. (1968). [Ed. GG: pp. 341-342]
¿De qué te
avergüenzas tanto cuando lees a Kafka? —Te avergüenzas de tu fuerza.
*** La provincia del hombre 1943-1972. (1968). [Ed. GG: pág. 342]
Frente a
unos cuantos creadores, muy pocos, mi amor propio se desvanece por completo. No
son aquellos que más han producido; éstos, por el contrario, no hacen sino
estimularnos. Son más bien aquellos que, detrás de sus logros, vieron cosas más
importantes e inalcanzables, de suerte que todo cuanto creaban se les iba
reduciendo hasta desaparecer.
Entre
estos creadores se encuentra para mí Kafka, que por eso mismo me influyó más
profundamente que, por ejemplo, Proust, cuya obra es incomparablemente más
amplia.
*** La provincia del hombre 1943-1972. (1968). [Ed. GG: pág. 347]
Eres menos
creíble que Kafka por vivir ya tanto.
Pero
podría ser que los «jóvenes» busquen ayuda en ti contra la epidemia de muerte
que existe en la literatura.
Como
alguien que cada año desprecia más a la
muerte, eres necesario.
*** El corazón secreto del reloj 1973-1985. (1975). [Ed. GG: pág.
426]
Esta
inquebrantable sensación de perdurar, no menguada por ninguna muerte, ninguna
desesperación, ninguna pasión por los otros, mejores (Kafka, Walser): no logro
hacerle frente. Sólo puedo registrarla con repulsión.
Sin
embargo, es cierto que sólo aquí, sentado a mi mesa, ante las hojas de estos
árboles cuyo movimiento me viene emocionando hace ya veinte años, soy yo mismo,
sólo aquí se mantiene intacta esta sensación, mi seguridad atrozmente
maravillosa, y quizá deba tenerla para no rendir las armas ante la muerte.
*** El corazón secreto del reloj 1973-1985. (1975). [Ed. GG: pág.
431]
A través
de las novelas que por fin me he permitido leer, doy vida a los miles de
personajes y situaciones que, inquietos, dormitan dentro de mí. Todo libro que
esté a la altura de sus pretensiones removerá una zona distinta de la vida.
Tengo que hacer esto, me digo hoy
día, tengo que describir aquello, me
diré mañana. ¡Hacia dónde tender la mano, si es tanto lo que despierta! Y
aunque con menos fuerza, sigo sospechando que no es justo poner la mirada
solamente en aquello que ha sido mi vida. ¿Lo realmente importante no es acaso quién recuerda? ¿Merece existir el
recuerdo puro y simple como si, de todas formas, representara también el de los
demás?
Y uno
añora así los tiempos en que nada era aún experiencia y todo era intuición.
Sólo los escritores que murieron muy jóvenes, como Büchner o Trakl, conservaron
la pureza de su intuición. A todos los demás se les fue transformando poco a
poco en experiencia. En este único aspecto puede decirse que también Kafka
siguió siendo siempre el mismo; desde un principio tuvo una unidad, la de su
edad, y se libró de rejuvenecer más tarde.
Pero esto,
precisamente esto, es lo que me ha ocurrido.
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1966). [Ed. GG: pág.
774]
Basta con
leer dos frases seguidas de Kafka para que nos sintamos más pequeños de lo que
él mismo se imaginó ser. Su pasión por el autoempequeñecimiento se transmite al
lector.
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1966). [Ed. GG: pág.
784]
El
soliloquio se ha vuelto algo tan insípido, vacío, estéril, aburrido, verboso,
desabrido, incoloro e inodoro, que más te valdría hablarle a quien sea. También podría ser alguien inventado, sólo «yo» y «tú»
deben desaparecer definitivamente, pudrirse, evaporarse.
Él, él, él, y solamente él, algo del apocamiento y de la castidad de Kafka, en vez de ese
alardeo y esa pose de adepto.
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1967). [Ed. GG: pág.
804]
Cuando
pienso en Kafka me veo a mí mismo como un saltabardales o un estudiante, unas
veces lo uno y otras, lo otro, pero nunca me siento algo más, y debo decirme
que soy demasiado basto para ser sabio algún día.
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1968). [Ed. GG: pág.
813]
El tono
que recorre a Kafka: una como debilidad sonora. Pero no es debilidad, es la
renuncia al más allá, y Jo que queda es el sonido de la renuncia.
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1968). [Ed. GG: pág.
813]
Esta
incesante autodenigración ante Kafka:
¿porque como a la buena de Dios? (nunca me he
preocupado por lo que como);
¿porque él
se esfuerza en conseguir una precisión de la que yo soy incapaz? (sólo conozco
la precisión de mis exageraciones);
¿porque ha
quedado claro que puedo ser feliz y no evito serlo?;
¿porque
puedo comunicarme fácilmente y sin reserva y siento lo detestable que esto
hubiera sido para él?;
¿porque no
le permitieron dejarse un solo hueso sano? (yo solamente tengo huesos sanos);
¿porque
estoy contagiado por él y he cambiado mi propia modalidad de autoodio por la
suya?
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1968). [Ed. GG: pág.
815]
Ante Kafka
yazgo en el polvo, Proust me colma, Musil es para mí un ejercicio intelectual.
*** Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971. (1968). [Ed. GG: pág.
815]
Volver a
la oratoria, a la gran oratoria, huyendo del resecamiento ascético de las
palabras.
Destronar
a la exactitud de su sitial divino.
Seguir de
nuevo la inflamación y la pasión.
Kafka ha
influido demasiado en mí en estos últimos años. Me ha quitado el gusto por la
expansión, que era el aliento de mi vida.
*** Apuntes 1973-1984. (1974). [Ed. GG: pág. 873]
A veces
amargura por Kafka, porque se fue tan deprisa. ¿Envidia? Sí, ahora él envidia a
todo el que no ha vivido su fama.
*** Apuntes 1973-1984. (1982). [Ed. GG: pág. 939]
No comments:
Post a Comment